Apr 2, 2020

 

Actualización

Por Miriam Badillo

Hace siglos que no escribo aquí. He leído, sí. Desde luego mucho menos de lo que debería, pero bueno, esa es la realidad. Haré reporte en breve...Libros magníficos, eso sí. 

Aug 4, 2017

 

Libros

Por Miriam Badillo


Últimamente he caído con demasiada frecuencia en un viejo hábito: empezar muchos libros al mismo tiempo. Esto aunado al nuevo vicio de las series vía Netflix me ha alejado de mi más grande, único y verdadero amor, los libros. Ambas prácticas ya se están corrigiendo, lo juro. Por ahora sólo me gustaría dar testimonio de los orgullosamente culminados. Se podrá observar que también he recurrido con mucha frecuencia a aquellos textos que son el bálsamo y la cura para mis nervios alterados, a aquellos que contienen a mis amados detectives y sus misterios. No falta una joya de Foster Wallace sobre otro de mis necesarios calmantes, el tennis, y su más glorioso representante, al menos para mí, Roger Federer, su Majestad. 
Va, excelentes recomendaciones si se quiere ver así y alguien gusta obtener algún provecho de este post meramente informativo. 








Mar 20, 2016

 

Montaigne

Por Miriam Badillo


Texto de Ezequiel Martínez Estrada de la colección Pequeños Grandes Ensayos de la UNAM que me ha deleitado y hecho ver que la lectura del escritor francés es sencillamente indispensable y obligatoria para quienes nos decimos vivir ya sea por, para o a través de las letras. ¿Descubrimiento tardío? tal vez, pero eso ya no me importa, que la vida sea y continúe, no pido más. Van enseguida algunas citas. 

" Siempre es un espectador, un estudiante que aprende de la vida y rara vez un histrión, si es que sus ensayos no han sido un largo monólogo a cara descubierta. Vivir, soñar, hacer y pensar tienen en Montaigne el mismo significado permutable." 

"El ser humano reasume el ejercicio normal de su facultad de vivir; comprende al animal y a la planta y desconfía de los arabescos tejidos por la mente en un ajedrez en que todo es absolutamente lógico y absurdo a un tiempo. Este grado de integración recíproca no significa absorción, hundimiento de la psique en los nervios y en las glándulas, sino muy al contrario. La inteligencia no ha perdido su autonomía, pero comprende mejor que su fuerza proviene de sus sustentáculos naturales y no de los sostenes culturales externos. Siente, además, que el espíritu, donde están contenidos los bienes del conocimiento puro, es algo extraño a sí, que pertenece al mundo, que forma parte de las cosas exteriores, huésped desconocido de su propio cuerpo, de su propia vida." 

"Montaigne se salva, el único en todo su siglo, de caer fascinado por la inteligencia, por la diabólica ilusión del yo que el mundo crea en la consciencia a través, mediante ella." 

"De manera que la inteligencia de Montaigne obtuvo de nuevo el don concedido al primitivo y mantenido en los seres inferiores, de sentir la voz de la naturaleza hablándole a su cuerpo y de su cuerpo hablándole a su alma con palabras y no con símbolos y no con imágenes metafóricas. A su vez, su vida psíquica adquirió el don de parecerse a la acción, de ser un acto vital, uno de los signo exteriores de la vida, como lo son el calor, la respiración y todo movimiento del cuerpo."

"En el alma, como en la naturaleza, se encuentra todo lo que se busca, pues la búsqueda misma crea la materia del hallazgo." 

"Y, nuevamente, en cuanto a su sinceridad, lo que entendemos por cinismo, pongamos por caso, pierde su sentido ético y se convierte en un problema puramente técnico, de combinar el esfuerzo para extraer piezas auténticas de los yacimientos del yo con la exactitud de raciocinio que racionaliza esa materia prima y con el sentido estético que la ordena en la escritura literaria." 

"Vocación asfixiada en Montaigne es la del viajero, del peregrino; del vagabundo, mejor dicho. Tiene la pasión de andar, una inquietud de su cuerpo que se propaga al espíritu, o viceversa. Ha hecho de su biblioteca una carabela de piedra. Tiene en los miembros el atavismo de las razas migratoria, de los pájaros y los peces que tanto admira. Constantemente está en marcha, pensando y paseando." 

"Esa biblioteca es el peñón de un águila que emprende sus vuelos a través del tiempo y del espacio. Su cuerpo está apresado, sepultado, como en un sepulcro donde después descansará definitivamente . Se ha hecho a esa doble vida de cautivo y trotamundos."

"...Montaigne era un soñador: un fugitivo. Desprendimiento de los seres y las cosas, inadhesividad, disconformidad, "irresolución" como él mismo atina a decir, son facetas de esa complicada sobrepersonalidad." 

"Era él un fantasma, un sobreviviente entre fantasmas, según desde qué habitaciones se mirara el caso. Un fantasma que no gustaba de las conversaciones insulsas ni de las eruditas, un hombre sumamente difíocil de tratar y entender, un huésped, un forastero que por su parte hizo por facilitar la vida sin él alos demás, hasta donde eso es posible en una casa que gira en torno de la veleta."

"Hay una afirmación rotunda, pues: la de que existe la naturaleza como ser viviente y no como paisaje. Y una rotunda negación: que la razón haya podido ni pueda adquirir su conocimiento cabal."

  
    

Jul 31, 2015

 

El día que Nietzsche lloró

Por Miriam Badillo

Buena novela, interesante, entretenida. Agregaría incluso simpática e ilustrativa. No me apasionó, pero sí me enganchó. Hace tiempo que no echaba mano de adjetivos tan impersonales y comunes, pero no me inspira más. Buena manera de dar un vistazo a un época, a unos personajes conocidos por su inmensa importancia en la cultura occidental. Original y excelente ejercicio de la imaginación. Por supuesto que la recomiendo. Ahora falta ver la película.






El día que Nietzsche lloró
Irvin D. Yalom
Trad. Rolando Costa Picazo

Jan 30, 2015

 

Lecturas

Por Miriam Badillo
Algunas citas, nada más.




"Y aquí aparece por primera vez un tema que se va a repetir a lo largo de las elegías, el de las (los) amantes abandonadas (abandonados), del amor no correspondido, que pareciera ser más perfecto que el amor satisfecho. El héroe tiene en común con los amantes no correspondidos la capacidad de mantener una relación sin objeto, pues el conoce de antemano su fracaso y se lanza no obstante, a realizar su hazaña. Sólo el héroe perdura, aún en su decadencia" Otto Dörr en R.M. Rilke, Las elegías del Duino

"Por mi parte, sólo me siento vivir y pensar en una habitación donde todo es la creación y el lenguaje de vidas profundamente distintas a la mía, de un gusto opuesto al mío, donde no encuentro casi nada de mi pensamiento consciente, donde mi imaginación se exalta sintiéndose sumida en el seno del no-yo, sólo me siento feliz poniendo el pie -en la avenida de la Estación, en el Puerto o en la plaza de la Iglesia- en uno de esos hoteles provincianos de largos corredores fríos donde el viento exterior lucha con éxito contra los esfuerzos caloríferos, donde el mapa de la detallada geografía del barrio es todavía el único ornamento de las paredes, donde cada ruido sólo sirve para que aparezca el silencio desplazándolo, donde las habitaciones conservan un olor a cerrado que el aire libre va a lavar, aunque no lo borra, y que la nariz aspira cien veces para llevarlo a la imaginación, que se encanta con él, que lo hace posar como un modelo para intentar recrearlo en ella con todo lo que tiene de pensamientos y de recuerdos; donde por la noche, cuando abres la puerta de tu habitación, tienes la sensación de violar toda la vida que se ha permanecido esparcida allí, tomarla osadamente de la mano cuando, cerrada ya la puerta, te adentras hasta la mesa o hasta la ventana: sentarse en una especie de libre promiscuidad con ella en el sofá ejecutado por el tapicera de la capital en lo que él creía el gusto de París; tocar por todas partes la desnudez de esta vida con el designio de turbarse uno mismo ante su propia familiaridad , colocando aquí y allá sus cosas, jugando a ser dueño en esa habitación llena hasta los bordes del alma de los demás y que conservas hasta en la forma de los morillo y el dibujo de las cortinas la huella de su sueño, caminando descalzo por su desconocida alfombra; entonces tienes la sensación de cerrar contigo esa vida secreta cuando vas, tembloroso, a correr el cerrojo; de empujarla ante ti a la cama y acostarse  por fin con ella en las grandes sábanas blancas que suben sobre tu rostro, mientras, muy cerca, la iglesia da para toda la ciudad las horas de insomnio de los moribundos y de los enamorados." 

"...con la sencillez de los griegos que nos mostraron, poco más o menos, todas las ideas ciertas y dejaron a los escrúpulos modernos el cuidado de profundizar en ellos."

"El supremo esfuerzo, tanto del escritor como del artista, sólo consigue levantar parcialmente para nosotros el velo de la fealdad e insignificancia  que nos deja faltos de curiosidad ante el universo."
"Éste es el coste de la lectura y ésta es también su insuficiencia. Es otorgar un excesivo papel a lo que sólo es la intuición de hacer de ella una disciplina. La lectura está en el umbral de la vida espiritual; puede introducirnos en ella: no la constituye." 

"Se vuelve peligrosa por el contrario cuando, en vez de despertarnos a la vida personal del espíritu, la lectura tiende a sustituirla, cuando la verdad no nos parece ya un ideal que sólo podemos realizar por el progreso íntimo de nuestro pensamiento y por el esfuerzo de nuestro corazón, sino como algo material, depositado entre las páginas de los libros como una miel del todo preparada por los demás y que sólo tenemos que tomarnos el trabajo de alcanzar en los anaqueles de las bibliotecas y degustarla luego pasivamente en un perfecto reposo de cuerpo y espíritu."

"A decir verdad, el hecho de que algunos espíritus superiores sean lo que se denomina librescos no prueba en absoluto que serlo no sea un defecto...De que los hombres mediocres sean a menudo laboriosos y los inteligentes a menudo perezosos, no puede concluirse que el trabajo no sea para el espíritu una mejor disciplina que la pereza. A pesar de ello, encontrar en un gran hombre uno de nuestros defectos nos inclina siempre a preguntarnos si no será en el fondo una cualidad desconocida, y no sin placer nos enteramos de que Hugo sabía de memoria a Quinto Curcio, Tácito y Justiniano, que estaba en condiciones, si se negaba ante él la legitimidad de un término, de establecer su filiación, hasta el origen, por medio de citas que demostraban una verdadera erudición. (He mostrado en otra parte cómo esta erudición había alimentado, en él, el genio en vez de asfixiarlo, como un haz de leña apaga un fuego pequeño pero acrecienta uno grande.) Maeterlinck, que para nosotros es lo contrario del literato, cuyo espíritu permanece perpetuamente abierto a las mil emociones anónimas comunicadas por la colmena, el arriete o el pastizal, nos tranquiliza mucho sobre los peligros de la erudición, de la bibliofilia casi, cuando nos describe con afecto los grabados que adornan una vieja erudición, de la bibliofilia casi, cuando nos describe con afecto los grabados que adornan una vieja edición de Jacob Cats o del abate Sanderus. Estos peligros, por lo demás, cuando existen, amenazan mucho menos la inteligencia que la sensibilidad, la capacidad de lectura provechosa, sí podemos decirlo así, es mucho mayor entre los pensadores que entre los escritores de imaginación. Schopenhauer, por ejemplo, nos ofrece la imagen de un espíritu cuya vitalidad soporta ligeramente la más enorme lectura, pues cada nuevo conocimiento es de inmediato reducido a la parte de realidad, a la porción viviente que contiene."

"Herodoto cuenta que los tracios saludaban al recién nacido con gemidos y se alegraban con cada muerte."

"Sin duda la amistad, la mistad que se refiere a los individuos, es algo frívolo, y la lectura es una amistad. Pero al menos es una amistad sincera, y el hecho de que se dirija a un muerto, a un ausente, le atribuye algo de desinteresado, de casi conmovedor. Es además una amistad liberada de todo lo que forja la fealdad de los demás."

" Con los libros, no hay amabilidad. Si pasamos la velada con esos amigos es realmente porque tenemos ganas. A ellos, al menos, sólo los abandonamos a regañadientes con frecuencia."
"Pues hablamos para los demás, pero callamos para nosotros mismos. Así el silencio no lleva, como la palabra, la huella de nuestros defectos, de nuestras muecas. Es puro, es realmente una atmósfera."
"Si la afición a los libros crece con la inteligencia, sus peligros, ya lo hemos visto, disminuyen con ella. Un espíritu original sabe subordinar la lectura a su actividad personal. Ya sólo es para él la más ennoblecedora sobre todo, pues sólo la lectura y el saber dan las del espíritu. Sólo podemos desarrollar el poder de nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia en nosotros mismos , en las profundidades de nuestra vida espiritual." Marcel Proust, Sobre la lectura, traducción Manuel Serrat Crespo

"Tomo este ejemplo límite de esas conversaciones entre los libros, que relevan y prolongan las conversaciones que tenemos con los libros y las que tenemos sobre ellos, porque la agarrada que evidentemente tiene lugar si dejáis juntos en un lugar cerrado al comejudíos y al escritor K es una buena ilustración de lo que son los verdaderos libros, es decir, esos seres humanos con apariencia un poco simplificada pero, en lo esencial, con todo lo que caracteriza a un ser humano: sentimientos, ideas, humores, una voz, un tono, y ese perpetuo asombro de no volver a encontrarlos nunca exactamente  iguales a pesar de esta apariencia que tienen de ser iguales a sí mismos. Los espíritus librescos, el ratón de biblioteca que se ha hecho su ratonera en el papel impreso y se encierra en él como el ermitaño en la cueva, no son en realidad los amigos de los libros. Son incluso (involuntariamente sin duda) sus peores enemigos. Amar a un ser no es encerrarse con él en una celda hermética. Amar los libros no es negarse a tener contacto con todo lo que no sea ellos. Con los libros a los que se niega todo contacto con la vida ocurre lo mismo que con las personas a las que se enclaustra son contactos con el mundo exterior: se marchitan, se deshabilitan, pronto tienen cara de acelga y, de tanto desmejorarse, acaban por perecer." Claude Roy, El amante de las librerías, traducción Eteve Serra.    
  





Mar 24, 2014

 

Entrevistas breves con hombres repulsivos

Por Miriam Badillo




Foster Wallace llega hasta las últimas consecuencias. No le teme a la insistencia ni a la extensión. No para hasta tocar fondo. Explora, indaga, rasga, excava, repite compulsivamente. Bueno y ¿qué es lo peor que podría pasar? él nos lo dice. Veo en Wallace la viva imagen del escritor que en primer lugar es un observador experto, un visionario, un escrutador. Ése que puede verlo todo como si ocurriera en cámara lenta; ante sus ojos se despliegan todos los detalles, todos los recovecos. Se atreve a llevar a pie de página lo que considera no indispensable al texto, pero no renuncia a ello. Es mi primera lectura de este joven que ya no está entre los vivos, no será la última.

David Foster Wallace, Entrevistas breves con hombres repulsivos, trad. Javier Calvo, Debolsillo, Barcelona, 2013. 

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Feb 18, 2014

 

Desembalo mi biblioteca y El infierno del bibliófilo

Por Miriam Badillo




De mi pequeña colección de libros que hablan sobre libros, de la editorial Olañeta, estos dos textos. El primero de Walter Benjamin, el segundo de Charles Asselineau. Del autor alemán encontramos aquí varios textos cortos que nos hablan de su pasión de coleccionista, particularmente de libros y juguetes tradicionales. Su prosa no siempre me resulta accesible, debo confesar. Me queda clara, sin embargo, la calidad de visionario de Benjamin, quien se fijaba en las pequeñas cosas, en las marginales, en las que dan sustancia a la vida. El segundo, nos muestra lo que puede ser la peor pesadilla de un amante de los libros. Nos retrata también un tiempo en que el libro, como objeto, constituía un tesoro. Tesoro que podía rastrearse y cuyo hallazgo proveía alegrías incomparables. Veo, más allá del tema que me encanta, como hay textos que realmente envejecen.  

Walter Benjamin, Desembalo mi biblioteca, trad. de Fernando Ortega, Olañeta, Barcelona, 2012.

Charles Asselineau, El infierno del bibliófilo, trad. Manuel Serrat Crespo, Olañeta, Barcelona, 2013.

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